sábado, 1 de enero de 2022

EL RINCÓN INACCESIBLE

 

Miro a una mujer, que no sabe que existo.

Su andar acerca horizontes, despeja veredas, devela secretos que reposan tras la máscara gentil de muchos de los que se hacen a un costado para dejarla pasar.

Su quietud es un atardecer doliente en el vacío día de los olvidados, los que alguna vez la vieron y siguen soñando, aun sabiendo que para ella son tan sólo seres del montón.

Todo su encanto es ese no sé qué del universo, imperio de la mujer. Somos el otro lado de la moneda, los hombres no obtendremos el beneficio divino de la estética aunque apresáramos el secreto de la alquimia.

Al verla no me queda otra que huir hacia el rincón inaccesible de los sueños. Y ante el alba que llegará seré el mismo de siempre, no hay arreglos con la vida. La marea de su fragancia -que no huelo pero imagino- seguramente posee algo de temporal, de arrebato, de sentencia.

Mis pensamientos se disparan cuando la observo. No sabe que existo, pero me hace bien mirarla, algo enciende dentro mío y me nutre, resulta inevitable para mis ojos, es vida. Y, como soy dueño de mis fantasías, la pienso como se me antoja.

Debe haber sido un arcángel mensajero quien depositó en su cuerpo la virtud atávica de la gracia, aquello que por milenios los dioses fueron perfeccionando: en cada molécula una chispa divina, una a una hasta que el prodigio alcanzó en ella la plenitud.

Cuando baila, las mariposas se desvanecen; cuando canta, los fantasmas se apaciguan. Su sonrisa es una quimera; sus piernas un aluvión tierno.

Y esa flor en su pelo un relámpago al mediodía.

 

Los Auténticos Decadentes con Mon Laferte

“Amor”