lunes, 28 de noviembre de 2022

TETRALOGÍA 2: CANTO ARENA

 


Cuatro canciones, un mismo músico.

Cuatro historias de amor.

Un rosario de tiempo

invulnerable.


EN REALIDAD UN ANECDOTARIO…

 

En nuestra primera cita fuimos a un recital de Silvio Rodríguez. Recién allí, en las gradas, al estar junto a ella y con la canción “Canto arena” que nos llegaba desde el escenario, descubrí lo que ella contenía. Hay mujeres cuya belleza no se abre de inmediato, tarda en aparecer, son las más cautivadoras, porque si te ganó su simpatía, luego, cuando su sensualidad aparece, estás perdido.

Con abril en las manos bajábamos hacia el río en nuestro segundo encuentro. El río, que atardecía marrón y eterno, parecía dormir al costado de mi ciudad. Parecía, pero de caudal inevitable marchaba para penetrar sin pausa el mar.

Nos sentamos en el pasto junto a la orilla y ella, a la manera de Eva, me ofreció una manzana. Luego de comerla y a punto de arrojar lejos el núcleo con las semillas, me sujetó la mano y me invitó a plantarlo.

-Tal vez crezca -me dijo-, es como hacerle el amor a la tierra.

Me entregué a sus deseos sin saber que me entregaba. Así es como elegimos: dejando que las cosas pasen.

Con el tiempo, no mucho, la semilla dio su fruto: una relación extensa y comprometida. Llegó por causa lógica, un resultado natural.

Fue la gota de almíbar en la sábana y el crepitar del fuego en los atardeceres.

Fueron los inviernos bordándonos el cuerpo con saliva tibia.

Fue la luna en la ventana, justo detrás de su pelo lacio.

Fueron primaveras bajo sus ojos de miel.

Fue el canto frenético de gemidos a dos voces.

Fueron veranos de brisa descalza y otoños de chocolate.

Su sensualidad no era desbordante, más bien sutil; joven y elegante sabía vestirse con la ropa justa y así cautivaba: la clase de mujer que recibía halagos aún estando yo a su lado.

Sin embargo era la simpatía su arma más poderosa. Tenía la virtud de meterse en el bolsillo a todos (así decimos los argentinos), charlatana, de risa fácil y de formación cultural desarrollada -esa fue nuestra principal herramienta a la hora de compartir lo cotidiano-.

Artesana de buen gusto sus manos sabían crear, así bordó momentos en mi pensamiento y placeres en mi cuerpo.

Nuestra intimidad tuvo márgenes muy particulares. Ella fue creciendo en lo sexual hasta su entrega absoluta, eso nos permitió encontrar juegos eróticos muy variados, indisolubles por la misma naturaleza de la relación. Una noche le pregunté si con sus orgasmos tenía imágenes mentales.

-Algo confusas- me dijo.

-Dame una.

-Azulado, todo de color azul.

A partir de ese momento le pedí, luego de cada gemido final, que me describiera las imágenes que se le presentaban. Y con ellas fui componiendo pequeños poemas.

Las aguas crecidas hacen desaparecer las huellas dejadas en la orilla, aunque el río siga eterno allí. No se puede amar con planificación, nadie es dueño de su futuro y, sospecho, que ni siquiera somos dueños de nuestras quimeras. La miel, que es duradera, no es eterna; pequeñas diferencias suelen crecer y lo dulce, sin llegar a lo amargo, pierde el encanto inicial. La razón es un jaguar que se devora toda lógica posible: el alma tiene sus estaciones, cambiantes según el clima corporal.

Los hechos se encadenan de manera extraña. Ella llegó hasta mí -o yo hasta ella- por eventos insólitos que, si no se hubieran combinado de manera casi mágica, no nos hubiéramos encontrado. Y si luego no se hubieran dado ciertas circunstancias que nos llevaron a distanciarnos, no hubiera conocido a aquellas que enriquecieron aún más mi persona. Es la vida.

La noche citada me entregó varias imágenes (azulado, alas, línea, estrellas), con ellas escribí:

 

Azulado gemido, flotado y eterno.

La tarde lo dio a luz desde su garganta y lo cobijó

bajo nocturnas alas, para que se eleve

y se convierta en otro punto plateado

de entre los trillones del cielo.

Observo la oscuridad intensa

y la lejana fina línea de un mañana.

¿Y si resulta que las estrellas nacieron

una a una a lo largo de los milenios

con cada gemido de mujer?


SILVIO RODRIGUEZ

"CANTO ARENA"



viernes, 18 de noviembre de 2022

QUEDÁTE CONMIGO

Mi dama:

Tus pies descalzos… ¿Cómo serán?

Le sonrío a las formas que me envuelven desde la silueta que imagino tuya al tiempo que la brisa me roza, como mensaje que llega por el sur de la piel. He descubierto en esta espera un motivo para mi hambre. La luna sabe, la historia manda: esperarte es la orden ancestral de los poetas de antaño.

Esta mañana transcurre intensa, plena y luminosa como tu vientre, que no conozco, pero presiento. Observo sobre la ventana unos apenas nacidos rayos de sol, más acá de un cielo con nubes rotas. Va quedando lejos la melancolía, algo grato murmuran las hojas pero un día llegará el invierno. ¿Me encontrará despreocupado entre tus piernas?

Tu tiempo es el mío, fusionados... ¿sentiste al nacer que había un hombre esperándote? Porque me buscaste intuyendo lo que querías y te confundiste al aceptar lo que no era para vos. Voy a rescatarte del encierro que te distrae a golpes de poema, no permitas que sea otro el que consiga la gloria de tu vagina en flor.

Me he convertido en esa enredadera que no se despega de tu muro. Aquí me quedo, junto al balcón de tu escote, a la espera de trepar hasta tus poros y brotar regado por tu aliento. No puedo evitar que mi pensamiento se vaya tras aquel pájaro, se suba a su vuelo y te busque entre la gente.

Advierto en las pequeñas ondulaciones del agua un deseo de alcanzar a quien se le arrima; tal vez es sólo mi imaginación convertida en este río. Seguramente son tus pies los que caminan por la orilla de mis ganas dejándome huellas nuevas… y siendo agua me estiro para besarlos.

Miro hacia el este, viento norte. Pero mis pensamientos se posan en otro punto cardinal de los barrios, allí donde los atardeceres caen en cascada por tu pelo. Gracias por mostrarme la rosa de los vientos y regalarme la fantasía de que mi boca puede estimular la marea de tu entrepierna.

Te dejo un beso como luna que se mete en el patio de tus cosas.

Quedáte conmigo y entenderás la raíz de mis sueños.

...

María Creuza, Toquinho y Vinicius

"Eu sei que vou te amar"

 


sábado, 12 de noviembre de 2022

LA SOMBRA DEL MANDATO

NOTA: LA PROTAGONISTA DE ESTA HISTORIA FUE LA RECEPTORA DE LA PROSA “POBLAME” PUBLICADA ANTERIORMENTE. AMBOS ESCRITOS FORMAN PARTE DE UNO SOLO, PERO LOS PRESENTO POR SEPARADO PORQUE JUNTOS HUBIERA RESULTADO UN TEXTO MUY EXTENSO.

1

Esa noche el salón de fiestas estaba repleto de gente joven. Yo, con cincuenta y dos años, me sentía desubicado y con el eco de un ánimo espantoso. En un momento determinado cuando ya pensaba en retirarme, se me acerca una chica que me dice:

-¿Te molestaría charlar con alguien de mi edad?

-¿Por qué conmigo? acá la mayoría es gente de tu edad.

-Sí, pero los de mi edad me aburren.

Luego, habiéndola conocido bastante bien, supe que no era de burlarse de los demás, pero confieso que en ese momento evalué la posibilidad.

Grata charla, claras palabras despabilando futuros, intercambio de celulares y fin de la velada.

2

-Poema súper dulce, pero atrevido-, me dijo al siguiente encuentro en referencia a la prosa Poblame que, sobre la mesa del bar, le ofrecí.

Era dueña de una ternura que me obligaba al cuidado máximo de cómo expresarme para llegar a su sensibilidad. Y para nada provocadora, su acercamiento había sido natural, casi infantil.

Tenía veintiocho años. Estatura media, pelo con ondas y amarronado brillante, sonrisa de conejito, ojos de color castaño y un cuerpo perfecto, de esos que cualquier ropa le queda bien.

En un relato prolijo y detallado como el que creo estar logrando, todo parece redondo y mágico, casi de novela. Pero no fue así.

Durante el corto tiempo de la relación hubo desencuentros poco entendibles, malos humores, dudas, replanteos, abandonos espontáneos de la cita, llegué a sospechar que había otro hombre. Nada que ver, ella era honesta al extremo; lentamente la realidad me fue llevando al núcleo del problema: sus padres.

3

En la sucesión de días consiguió modificar el mal ánimo que yo arrastraba, realmente su transparencia como mujer y su cuerpo dibujado no tuvieron mucho trabajo para lograrlo.

Nos ayudamos mutuamente ya que vivía en un entorno opresivo, su alma estaba realmente atormentada. Creo que supe extraer de ella valores que empujaban por salir y no salían del todo -ni hablar de lo que significó para mí, cuando la única compañía que tenía era mi propia sombra-. Su naturalidad, esa manera de asegurarme que estaba muy cómoda conmigo a pesar de ser hombre maduro, me obligaba aún más a ser respetuoso con ella.

Pasados algunos días me contó que releía seguido la prosa que le entregué. Con cierto rubor bajó la mirada y me dijo:

-Siento que me pasan cosas con vos.

4

Ella era un fruto de cáscara dura e interior blando. Por fuera una profesora formal y rígida, distante de sus alumnos y preocupada al extremo por realizar de la mejor manera su profesión. Pero con un interior sustancioso que comenzaba a sentir atracción por juegos más sensuales.

Lo concreto es que no tardó en romper la cáscara para mostrar su interior, es más, lo necesitaba claramente. Y así sobrevino una corta época de momentos dulces; muy dulces y eróticos.

Sin embargo, no tardó en cruzar por su mente la sombra del mandato paterno; ella no debía gozar, tenía que rendir atención eterna a sus padres. Y en una noche irracional, luego de algunos meses de pasión, experimenté personalmente su desolación; y todo lo vivido se esfumó.

5

¿Qué más contar si el final fue tan abrupto como incoherente?

Alcanza con decir que triunfó sobre su espíritu el paquete de mensajes que sus padres habían instalado en su mente, no tenía derecho a la felicidad fuera de su hogar. Sus encuentros conmigo fueron clandestinos, pude ver desde un comienzo la angustia que cargaba, pero creí ingenuamente que lo construido alcanzaba para liberarla de toda esa basura mental que le habían metido. No alcanzó.

Dos años después la casualidad hizo que se comunicara conmigo una conocida en común, le pregunté por ella: lo que me contó fue dramático, estaba más hundida que nunca en su angustia, totalmente absorbida como persona.

Decidí escribirle, lo hice, me respondió… ya no era la misma, le habían anulado su esencia de mujer. Sólo pudo decirme en relación a lo nuestro “siempre rezo por vos”…

¡Pensar que fui testigo de lo bella que era desde su sensibilidad femenina cuando daba rienda suelta al erotismo! Creí que en su relación conmigo había despertado como mujer para siempre, me equivoqué, hay fuerzas más poderosas que el amor.

Su punto más alto en lo sensual lo ofreció una noche en la que le hice escuchar un tema muy caliente, con toda la intención, más bien. A poco de sonar se levantó, quebró la cintura, me miró fijo y deslizando con elegancia sus manos por esas líneas carnales que la naturaleza había convertido en obra de arte, me dijo:

-¡Esto me va!

Cada tanto pongo ese tema y derramo alguna lágrima invisible por lo que no pude modificar.

... 

“Streap tease”

La banda Stukas en Vuelo