martes, 8 de marzo de 2022

TANGUERA

 

Un rumor de senderos al abrigo de pájaros me inquieta desde la fluidez de tu taconeo -fatalidad trasnochada de una certeza-. En el más acá de los licores que enturbian mis ojos, tu fulgor me martilla las ganas. Y mis deseos galopan en ancas de tu silueta. Y me rindo.

¿Amanecerá el día desde el contrapunto de tus giros? Porque mi noche ya desplegada urge cafés para batir en el pocillo de mi desvelo. Tu danza es mi tango, tu cuerpo mi relato.

Esta nostalgia de futuro se alimenta con las cosas que aún no han pasado: abrigarte, palparte, complacerte. Soy el tiempo que ronda los pliegues de tu pollera, no transcurro si me mirás, sólo pido que las curvas de tu cuerpo no se cansen. Y si la ausencia surge, que tu silueta dure fémina y procaz hasta desabrocharme los anhelos en mis sueños.

 

  Hijo del barro inaugural y de una quimera trastornada, el tango se agita bajo los pies pero sobrevuela las altas cumbres del alma. Es rumor en los ventanales y dragón sin alas bajo las alfombras.

En el fondo de los tiempos debió ocurrir un evento al que sólo es posible acercarse si se conjetura la profundidad del universo y el misterio de las creaciones. Para tomar forma definitiva debió desarrollarse con lentitud, hasta encontrar en determinado punto del universo unos pocos atorrantes dispuestos y mujeres con capacidad de entrega.

Antes de que el tiempo se partiera en años, millones de siglos antes del vuelo de los cóndores, en los arrabales del universo hubo una inquietud: la de forjar una forma sublime, fatal.

Trabajaron para ello cuatro entes hembra con mucho de astucia y un toque de picardía. Una aportó su fuego, su pasión; otra la capacidad de engendrar y alimentar; una tercera lo etéreo de su andar y la última la virtud de calmar la sed; quedó así maquetado el espíritu de esa forma única y sus virtudes. Sin embargo, aunque tarde, notaron un desliz en lo empezado: faltaba aquello que modelara esos dones. Sólo una danza muy especial podría lograrlo y recién así, la forma, quedaría definitiva.

 

Ahora bien ¿cómo crear una danza como la del fuego lento en la madera? No pudieron los entes ni los seres superiores. Por culpa de ese desliz debieron esperar que el planeta se enfriara, que el ciclo celular se desarrollara, que las hembras parieran otras hembras. Y que en un punto muy preciso del universo se gestara el primer abrazo hecho danza y naciera algo único: el cuerpo de la mujer de tango.

Ese baile surgiría, al fin, de pura prepotencia entre guapos y prostitutas en los arrabales de una ciudad que, en el futuro, un furibundo personaje llamaría Buenos Aires.

 De un abrazo

en el barro porteño

Nació el tango.

El abrazo en el tango no es cualquier abrazo, es una confabulación de a dos, y los pasos iniciales no pueden ser relatados, pertenecen al misterio. Hombre y mujer se entregan a los giros como si nunca más fueran a bailar. El macho, orgulloso de poseerla, despliega su virilidad; con su entrega ella le da sentido a ese ser único formado por dos cuerpos.

El arranque es esencial, un acercamiento lento y un abrazo que se funde mutuo seguido por instantes de concentración, con la convicción de saber que su existencia toda está metida en ese momento.

El tango danza no existiría sin el abrazo, de ahí que se baile en quietud de cuerpo y brazos mientras se concentra todo movimiento en los pies con deslices arremetedores en los hombres y delicados, sensuales, graciosos, en las mujeres -gran diferencia con cualquier otra danza-. Tal vez esta forma de baile haya desarrollado en la mujer de tango el monumental cuerpo que luce y atrapa ojos masculinos, por causa de aquella imaginación astuta y picaresca gestada en el fondo de los tiempos.

Puede que esos entes hembra le otorgaran sus virtudes. Pero a su silueta impar, se la dio el tango.

 

Nota: el tango no se baila de la manera grotesca que llevó a la fama desde el cine un tal Valentino. Tampoco es esa danza frenética con toques de acrobacia que los argentinos inventamos para los turistas, no. Es eso sutil, de cuerpos juntos, eso que obliga a mirar los pies, porque ahí reside su secreto. ¡Amo esta ciudad!

CUATRO VIDEOS DEL AUTÉNTICO BAILE DEL TANGO ARGENTINO

Lorena González Cattaneo y Sebastian Acosta, "Todo es amor" de Lipesker y Romay

por Fulvio Salamanca y su Orquesta

 

 
 
Alexa Yepes y Edwin Espinosa, "No nos veremos nunca" de Stazo y Silva
por la orquesta de Juan d'Arienzo

 
 
Noelia Hurtado y Carlitos Espinoza, "Sorbos amargos" de Irusta y Fugazot
por la orquesta Lucio Demare

 
  
Jimena Hoeffner & Fernando Carrasco "Gricel" de Mores y Contursi
por Aníbal Troilo y su orquesta