miércoles, 8 de junio de 2022

JAGUAR Y MARIPOSA

Pero ¿de qué relámpago bajó esta mujer? ¿O será que algún demonio travieso la hizo emerger desde los infiernos para urgir la piel de los sensibles hombres de esta tierra?

Los tambores me retumban desde sus ovarios y con la luz vibrante de su cadera ella me arranca los olvidos, los amasa y me los arroja convertidos en jirones de antojos. Mujer de magia mestiza, mezcla de jaguar y mariposa, me aletea los ojos cuando la miro y me pone el ego a rayas con sus zarpazos en danza.

Yo, que apenas sé de la torpe prontitud de un afán, me encuentro calado por la contradicción de un conjuro del más acá y de otro del más allá: con el instinto evito el peligroso arrebato de olvidar mi esencia en alguna encrucijada de la sinrazón, pero al mismo tiempo invoco la presencia de aquello sobrenatural que me permita entrar en la vida de esa mujer.

Ahora, en la tórrida pulsión de otro instante, de otro asombro, de otro desvelo, cumplo con el destino macho de mascar sueños no cumplidos para vomitarlos, limpio de ausencias. Y que aquel mañana eterno, pero alejado de su belleza, ahueque con sus manos la trinchera cálida del útero nuevo que me parirá en deseos remozados.

Rara táctica despliega la vida al hacernos gozar con lo que duele. Y yo, que no soy más que uno del montón y que escribo como puedo busco -detrás del dolor que genera lo muy bello- pistas que me devuelvan a lo que soy. Y lo logro siempre.

Al ver un jaguar agradezco el sentido de belleza que me regala su pelaje y su andar; al ver una mariposa agradezco la maravilla de su aleteo en el viento. Al verla a ella siento que el dolor primero deriva en el mito último.

Su belleza existe, deja huellas.

Yo la busco en mi propio relato.

Ivonne Guzmán, con la Delio Valdéz

“El niño”