lunes, 9 de enero de 2023

FABRICANTE DE RECUERDOS

 

Me declaro un fabricante de recuerdos. Porque el presente es una ilusión que luego de una fracción de segundo ya es pasado.

Bebo este café. Disfruto los rayos de sol que caen sobre el mar. Oigo una melodía. Miro una mujer que se sabe mirada por mí... Segundos más tarde de la bebida queda solo su sabor; del sol una fina línea en el horizonte; de la canción su silencio; de la mujer la sensación incomparable de haber existido para ella durante un corto fragmento temporal; consciente de estas raudas ausencias, he fabricado nuevos recuerdos. Saber combinarlos es arte, sin dudas.

Disfruto la experiencia durante el instante en que ocurre, pero me resulta altamente placentero su después. No busco hacer de esto una teoría, sólo cuento lo que siento; es posible que las cosas no se presenten tal como fueron, pero lo que me importa es la sensación que se apodera del recuerdo al momento de recordarlo.

Más allá del vidrio de la mesa de este bar, una mujer de estilizadas piernas le regala al mundo su andar. No niego este regocijo, solo digo que la imagen que de esa desconocida me queda tiene más vida en el recuerdo que en su efímero transcurrir.

Pienso en todo aquello que me gratifica: la sonrisa de mi hijo bebé, los juegos compartidos en invierno, la respiración de Ella sobre mi pecho, la alegría de aquella perrita en cada regreso mío, las partidas de dominó con mi padre... Todo lo hermoso habita en el recuerdo, lo demás son figuraciones.

El futuro no existe, es una trampa para mantenernos vivos, para creer en algo. Lo que se desea puede sobrevenir o no; la planificación se da en el presente que, a su vez, es fugaz. Deseo tener mi melodía íntima con Ella, disfrutar de su figura y su aliento. Sin su preparación el acto no llegará a concretarse, y sin su concreción no ocurrirá; pero eso no es futuro, es un ahora que pasa intermitente cabalgando segundos alados que se evaporan en el viento de las horas. Y cuando ocurre es presente, y ya es recuerdo.

Me sumerjo aún más en lo abisal de mi pensamiento, descubro un tesoro antiguo y con avaricia de pirata me apodero de él: un llamador de recuerdos. Ocurre que aquellos recuerdos fabricados pueden convocarse por propia voluntad desde pequeños actos, por eso bebo otro café, porque al beberlo vuelve a mí el placer que me provocó ver aquella foto de hermosa sonrisa, el cosquilleo que sentí mientras Ella abría sus piernas para mí. Esto que vuelco al papel también será recuerdo, aquí, con sabor a café en mi boca, en el bar de la vida.

Quizás alguien me pregunte: -Y con los momentos tristes... ¿Qué hay que hacer?

¿Momentos tristes? Para ellos fabrico olvidos.