¿De qué color es el color
cuando se va la luz?
¿Qué sería de mi universo
sin su sonrisa?
Yo, ladrón de utopías con delirios de chiquezas, conozco el
secreto de ese gesto. Sé lo que queda luego de la arena que fue roca y que fue
lava y ya no es. Lo sé desde el recóndito tamborileo del pulso temporal.
Es que los dioses, trastornados ante su creación inconclusa,
dudaron de las bondades de un pan caliente al amanecer, de la bribona fragancia
de madreselvas desparramada por patios con aljibes. Y hartos ya de tanto hombre
doliente dispusieron con prepotencia celestial un nuevo júbilo.
Y tres arcángeles del confín, peregrinos estelares que anidaban
en las orillas del mundo, convocados fueron para maquinar una nueva dimensión
del alma. Y en la mañana universal, de rubores hecho el tiempo, con ojeras cósmicas
mil años antes del ayer, gestada fue: de sol, pétalos y brisa crearon eso llamado sonrisa de mujer. Fémina y única.
De luz, etérea. Saltarina, que de mujer en mujer germinando anduvo sin
detenerse en ninguna hasta tropezar su lugar en Ella. Mil generaciones parieron
en trasplante por instinto la mueca que, clara y única, sólo una favorita debía
ostentar. Y me otorgaron el privilegio de tenerla frente a mí.
Y acá, donde mi vista se junta con el otoño; acá, donde tecleo
una luna caliente y un café menguante, la tercera fusa de un Fa Mayor retoza
desde su boca en clandestino espiral para melodizar impalpable en mí.
No sé qué hada galopa sobre mi voluntad al ver su
gesto que, sin prisa, me avanza dejando centellas en la sórdida sutura del
revés de mi trama. Pero sé de abandonos sazonados con algo de distancia y otro
algo de cenizas. Porque desde la detenida escena de sus labios no sabe ella que
yo, calígrafo imprudente, existo por su luminosidad.
Y será el tiempo un goteo impuro de las razas.
Y serán los sones un recuerdo pardo sin compás.
Pero aquella sonrisa que una vez migró de mujer en mujer y que sobrevivió a la lava, a la roca y a la arena para detenerse solo en su rostro, será custodiada por desvelados guardianes del alba, a la espera de que otros dioses más atrevidos generen un nuevo universo, pero esta vez -inspirados en Ella- concluido.