Ella irradiaba un esplendor propio. Ojos de un chispeante verdemar, negra melena imponente, belleza justa para mi gusto de la cabeza a los pies -cuyas sandalias mostraban dedos de diosa-; pero como en toda relación existen pormenores que quedan de lado al ser relatados lo mismo me ha ocurrido en estas páginas. Intentaré saldar alguna deuda.
Nos conocimos en el comercio que tenía mi padre y, eventualmente, yo ayudaba atendiendo. Verla entrar y envolverme el cuello con sus brazos, tomarla de la cintura y fundirnos en besos, eran una sola cosa; allí, por nuestro contacto, palpitaba el universo. Fueron días de un comienzo vertiginoso y salvaje, pero lo salvaje también suele contener dulzura, belleza, ternura. Fogosa danza del encuentro; manos como si esperaran acariciar desde el mismo amanecer del tiempo; imperceptibles melodías del susurro... el mundo giraba alrededor nuestro. Nada más completo que mezclar amor con arrebato.
(Se cuenta que millones de años atrás hubo una explosión que generó todo. Luego, dicho de manera elemental ya que desconozco el tema, micro organismos en el agua se transformaron lentamente en animales, finalmente surgió el ser humano cuyas hembras dieron a luz a otras hembras, y esto ya lo cuento yo: una tras otra durante milenios para que, en una línea de sucesión determinada, apareciera en el mundo un pedazo de mujer como Ella, cuyas caderas latían con fervor bajo mis manos esos primeros días de amor y estío).
Ahora bien, una mañana de sol una noticia -ajena a lo nuestro de momento- con la fuerza de un rayo me partió en dos. Tenía por costumbre escuchar radio y, como siempre, encendí el receptor: quedé paralizado ante el fragmento final del reportaje que un locutor cerraba más o menos así: -"...nos hemos comunicado con este periodista para obtener más información sobre el asesinato de John Lennon".
Esa tarde Ella entró por primera vez sin sonrisas en los labios, sabía de lo afectado que estaba debido a la admiración que desde chico tuve por esos músicos -especialmente por Lennon- a quienes empecé a escuchar cuando hacía ya unos años que se habían separado. Su abrazo fue diferente, sin perder lo sensual a pesar del momento.
El hecho ocurrió al poco tiempo de haber iniciado la relación, recién unos días después tuvimos nuestra primera actividad íntima. La radio despedía música de fondo y de pronto comenzó a sonar un tema de ellos; la muerte reciente de alguien muy querido paraliza de manera particular cuando se cruza por los pensamientos y así ocurrió conmigo al tiempo que me incorporaba instintivamente impulsado por mis brazos, alejándome de la realidad de su piel. Pero ella me retuvo para que no saliera de su cuerpo y, ejerciendo el poder que le otorgaba su amor y su esplendor, me miró fijo y me dijo:
-¡Volvé a mí, estás conmigo!
En medio del eco de una muerte
cercana, ella era la vida.
…
Esta canción tuvo mucha presencia en nuestra relación.
John Lennon "Mujer"